3 de cada 4 mujeres han sido víctimas de la violencia en algún momento de su vida, y según la Oficina de Salud de la Mujer (OASH), más de 15 millones de niños y niñas en los Estados Unidos viven en hogares donde la violencia doméstica ha ocurrido al menos una vez.
Estos tienen mayor riesgo de repetir el ciclo cuando sean adultos e involucrarse en relaciones abusivas o volverse abusivos. Por ejemplo, un niño que ve a su madre ser víctima de abuso, es 10 veces más propenso a abusar de su pareja cuando sea adulto. Una niña que crece en un hogar donde el padre abusa de la madre, es 6 veces más propensa a ser abusada sexualmente que una niña que crece en un hogar no abusivo.
Quienes son testigos de o son víctimas de abuso emocional, físico o sexual, tienen mayor riesgo de padecer problemas de salud cuando sean adultos. Estos pueden ser afecciones de salud mental, como depresión y ansiedad, pero también puede incluir diabetes, obesidad, cardiopatías, baja autoestima y muchas más.
Factores de riesgo de abuso y negligencia
La mayoría de los casos de abuso infantil ocurren dentro de la familia. Los factores de riesgo abarcan depresión de los padres y otros problemas de la salud mental, un historial de abuso infantil y violencia doméstica en los padres.
La negligencia infantil y otras formas de maltrato también son comunes en las familias que viven en la pobreza y entre los padres que son adolescentes o que han abusado de las drogas o el alcohol.
¿Los niños y niñas pueden recuperarse de ver o experimentar la violencia doméstica o el abuso?
Según la educadora y experta en programas para familias, Ana Rodríguez, cada infante responde de manera diferente al abuso y al trauma. Algunos son más fuertes y otros más sensibles. El “éxito” de recuperarse dependerá de varios factores, entre ellos están:
- Tener un buen sistema de apoyo o buenas relaciones con adultos de confianza.
- Tener alta autoestima.
- Contar con amistades saludables.
Aunque probablemente nunca olviden lo que vieron o experimentaron durante el abuso, pueden aprender maneras saludables de lidiar con sus emociones y recuerdos cuando crezcan, se desarrollen completamente y maduren. Es importantísimo tener en cuenta que, cuanto antes el niño o niña reciba ayuda, mayores serán las probabilidades de tener una adultez mental y físicamente sana.
Prevenir es lo más importante
Romper con el ciclo de la familia disfuncional SÍ es posible.
Los padres y madres necesitan apoyo y tanta información como sea posible para poder criar de forma responsable. Es necesario enseñarles a sobrellevar sus propia frustración e indignación (ira) sin desahogarse con sus hijos o hijas. También necesitan de la compañía de otros adultos que les escuchen y les ayuden durante las crisis.
Los grupos de apoyo a través de organizaciones comunitarias locales suelen ser los primeros pasos útiles para aliviar parte del aislamiento o la frustración que pueden sentir los padres. Por ejemplo, aquellos que sufrieron abusos cuando eran niños, tienen una necesidad particular de apoyo.
Enfrentar, abordar y curar la salud mental y emocional de los padres y madres requiere mucho coraje y perspicacia. Pero ésta, es a menudo la mejor manera de reducir las probabilidades de que el abuso pasado se transmita a la próxima generación.
Ana, también es autora del libro “Crianza empoderada”, en el cual comparte valiosas herramientas y estrategias para criar en entornos disfuncionales y romper el ciclo del trauma, basadas en su experiencia y conocimientos.
Como ves, #MadreTierraPhilly te espera con un programa lleno de sensibilización, información y herramientas para acompañar a quienes sufren o han sufrido violencia doméstica ¡Acompáñanos! Mira el programa completo, aquí.
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