De mi esférica idea de las
cosas, parten mis inquietudes y
mis males,
[…] y solo cuentan, porque son
totales,
aunque esféricamente desiguales
Guadalupe Amor, tomado de
¿Estas son las muchachas dulces de latinoamérica?
(Voces latinoamericanas)
La literatura, el cine, la prensa, las redes sociales y demás plataformas comunicativas construyen imaginarios sobre las diferentes comunidades según cómo las representan. En específico, las mujeres migrantes latinas son blanco de narrativas estereotipadas que moldean la opinión pública que se tiene en Estados Unidos sobre ellas.
Esto recobra especial importancia dada la reciente definición de políticas persecutorias en base a perfiles raciales, la paulatina vulneración de los derechos de las mujeres y la eliminación de información pública sobre sus realidades en Estados Unidos.
Según el directorio de salud pública del gobierno de Filadelfia, hasta 2024 vivían en la ciudad 131 639 mujeres hispanas y, aunque algunas nacieron en Estados Unidos, todas están conectadas a la realidad migrante a través de, al menos, un familiar. Pero… ¿son esas mujeres (descendientes de) migrantes latinas como dice el imaginario mediático y popular?
Esta investigación intenta responder la pregunta a través del análisis del discurso de 220 artículos que tienen a mujeres migrantes latinoamericanas como protagonistas, voceras, fuentes de información o las mencionan en el cuerpo del texto.
La curaduría final se hizo en los medios: Impacto (48), Latinas Life Style (8), Philatinos (15), Al Día News (8), 2: Plataforma (14), CBS News (17), NBC 10(25), WHYY (14), Telemundo 62 (34) y The Philadelphia Inquirer (38). Con la meta de recopilar 50 artículos por medio encontramos el primer dato: en un periodo de seis meses, sólo tres de los diez seleccionados se acercaban a la cifra prevista. Lo anterior está mediado por la magnitud de la redacción, el perfil del medio y la periodicidad de publicación.
Para el análisis del discurso esto también transmite un mensaje sobre los niveles de prioridad que tienen los temas referidos a mujeres migrantes latinas dentro de las agendas generales de prensa y la disponibilidad de recursos destinados a cubrir sus realidades.
Por ejemplo, la cantidad de artículos dorados en medios como CBS News (17), NBC 10(25), WHYY (14), Telemundo 62 (34), The Philadelphia Inquirer (38), refleja una desproporcionalidad de la cobertura del tema en comparación con la magnitud de sus redacciones y el resto de temas abordados en su agenda.
Otro dato importante es que al aplicar las etiquetas #mujer #migrante #latina en la búsqueda encontramos pocos artículos sobre el tema. Entonces, incluimos el término “hispana” y obtuvimos una mayor cantidad. Así, apuntamos que en esas 220 publicaciones fue más común el término “hispana” que “latina” para referirse a las mujeres migrantes latinoamericanas.
Una investigación sobre la historicidad social de estos vocablos explica que “hispana” se usa desde el Censo de 1980 para identificar a quienes provenían de “países de habla hispana”. Por su carácter colonial, fue confrontado a nivel social con “latina” para excluir específicamente a España, e incluir a todas las naciones de Latinoamérica sin desestimar a las de otro idioma como Brasil y Haití.
Actualmente en el Censo y numerosos formularios de Estados Unidos aparece “Hispano/Latino” como una sola categorización. Esta puede ser una de las razones por las cuales, en los artículos revisados, detrás de un titular sobre una “hispana” se lee la historia de una mujer latinoamericana y muy pocas veces de una española.
¿De dónde vienen las migrantes de Latinoamérica?
Latinoamérica posee una diversidad cultural y recursiva que no solo difiere entre países, sino entre provincias, comunas, regiones de una misma nación. Por tanto, representar la latinidad y a las mujeres migrantes latinas con personas de un mismo país, iguales gustos y maneras de hablar, las enmarca en un estereotipo étnico y sesgado.
Una forma de romper esa homogeneidad es mencionar los diferentes países de los que provienen. Por eso, analizamos con qué frecuencia se alude en la muestra a las naciones de origen y cuáles son las más mencionadas.
Encontramos más de mil doscientas referencias a países, gentilicios y a la comunidad latina en general. El país más nombrado es México con doscientas siete menciones, mientras que cuatrocientas treinta y tres de las citas son generales tales como: “hispana”, “latina”, “hispanidad, “latinidad”, “herencia latina”, “familias latinas”, “comunidad inmigrante”, “población latina”, “acento hispano”, “comunidad latinoamericana”, “hispanohablantes” y “madres latinas”.
El discurso define estas palabras como “unificadoras” y se usan para aludir a la identidad colectiva de una comunidad a través de símbolos comunes y/o estandarizados que supuestamente las caracterizan. Si bien estos términos permiten la asociación de los grupos según su cultura, su utilización desmedida borra las diferencias que hay dentro de ese grupo.
Llamar constantemente a las latinas como tal sin hacer referencia a sus países, diferentes gustos y maneras de hablar y representar un perfil fisonómico estándar hace que la audiencia desconozca que, en efecto, una latina afrocaribeña no comparte idioma con una brasileña, ni con una argentina; en tanto las tres pueden ser muy diferentes físicamente.
Frases comunes como “las latinas comen tacos”, desconocen que este plato es típico de México y nada común en regiones como Venezuela o Haití donde es más común comer cachapas o Soupe Joumou, respectivamente. Pero esta idea se refuerza, por ejemplo, cada vez que se saturan los medios de historias mexicanas para cubrir el Mes de la Herencia Hispana.
Centrándonos en el impacto de estas asociaciones homogéneas en la opinión pública sobre las persecuciones, las formas de migración y regularización del estatus de las latinas también dependen de las relaciones diplomáticas de Estados Unidos con cada uno de sus países.
Narrativas como “las migrantes latinas son delincuentes que llegan ilegalmente por frontera sur” solapan que ciudadanas de países como México y Cuba llegan por mar o tierra sin autorización porque hay bajas probabilidades de que se les otorgue un visado si no llegan por contratos de trabajo o solicitud familiar. Una vez llegan al país, las mexicanas tienen más obstáculos para establecerse que las cubanas, quienes han podido solicitar la residencia al año y un día de estar en el país debido a una política migratoria que, aunque actualmente puede correr riesgo de cancelación, Estados Unidos mantiene específicamente con esa nación.
En tanto, otras como las colombianas y las argentinas tienen mayores chances de obtener permisos de viaje y cambiar sus estatus, pero les es más difícil adquirir residencias. Además, aunque ambas pueden ser objeto de persecución migratoria por su “latinidad”, fisionómicamente las argentinas tienen un perfil más parecido a las europeas por lo que corren menos riesgo de detención espontánea que, por ejemplo, las colombianas, mexicanas, hondureñas, venezolanas.
Contar la migración de forma desprejuiciada requiere ilustrar estas mediaciones para entender las diferentes razones por las que las mujeres migran, por qué se demoran en recibir documentos, o por qué unas tienen más miedo de salir a las calles que otras. Por ende, en casos donde se aluda a historias de latinas, es conveniente usar términos de fragmentación como los gentilicios nacionales y así, asociar mejor su contexto.
Número de veces que se mencionan términos referentes a la procedencia
Más allá de la cultura, y centrándonos en el impacto de esta asociación homogénea en la opinión sobre las persecuciones y discriminaciones, las formas de migración y regularización del estatus de la comunidad latina, también depende de las relaciones diplomáticas de Estados Unidos con cada país de Latinoamérica. O sea, repetir narrativas como que “las migrantes latinas son delincuentes que llegan ilegalmente por frontera sur” es desconocer que ciudadanas de países como México y Cuba llegan por mar o tierra porque hay muy pocas probabilidades de que se les otorgue el visado. Una vez llegadas aquí, las mexicanas tienen más obstáculos para establecerse que las cubanas, quienes pueden solicitar la residencia por una política migratoria que Estados Unidos tiene específicamente con ese país.
Un ejemplo de ello es “I’m really scared: As immigrant students worry, advocates ask Philly School District for more protections”, publicado en The Inquirer que aborda la defensa de las políticas de ciudad santuario en las escuelas de Filadelfia por parte de activistas, a raíz de las redadas migratorias de 2025.
En su extensión no se define a qué comunidad migrante pertenece la estudiante que da el testimonio, sino se asocian sus miedos al de los “inmigrantes indocumentados” sujetos de deportación. Luego se entrevista a una activista por los derechos migratorios que suele estar más asociada con la inmigración latina y se habla de programas de seguridad en inglés y español.
Por su parte, la entrevistada, con una solicitud de ciudadanía pendiente, explica que sus padres tuvieron miedo de salir de casa y que retiraron la bandera de su país del carro familiar, pero para entender mejor habría que preguntarse, ¿de qué país es más común que provengan padres y madres latinoamericanas que, aunque lleven años acá, corren riesgo de deportación?
Con estos datos podría entenderse que es latina, pero en el subtítulo y como parte del texto se resalta cuando dice que apenas ve a sus “amigos hispanos” porque tienen miedo. Al no definir de qué país proviene, no queda claro si la frase “amigos hispanos” es de unificación (ella también es hispana, pero asiste a la escuela porque tiene una ciudadanía pendiente) o de fragmentación (no es hispana y sus amigos latinos tienen mayor riesgo y por eso no asisten a la escuela).
La no mención de su origen impide identificar la complejidad de la situación de su comunidad, sino que resulta en una ambigüedad contextual. En resumen, este es un ejemplo de cómo los datos sobre procedencia pueden simplificar o integralizar los discursos de prensa y, por ende, la opinión pública sobre migración.
Otro artículo como “Amate Mujer o Love Yourself” publicado en WHYY, resalta la importancia de un evento que reúne unas 300 mujeres latinas en Delaware. Se conversa con la directora del cónclave Laura Leos y otras participantes, pero no hay mención de los países representados en el evento. De haberlo hecho podría dar información sobre las nacionalidades más presentes según qué tipos de emprendimientos.
Demografía y representación latinoamericana en Filadelfia
Según un informe de The Pew Charitable Trusts, las comunidades latinas migrantes con mayor población en Filadelfia son República Dominicana, México, Haití y Brasil. Las dos primeras estuvieron más referenciadas en los artículos analizados de Impacto; Haití, en 2: Plataforma (en un artículo dedicado a la historia de una joven venezolana), y Brasil, en NBC.
De forma general, los países más mencionados en la muestra fueron México (207), Puerto Rico (198), Colombia (70), Venezuela (52), Cuba (45) y República Dominicana (38). Los menos aludidos fueron Guyana y Trinidad y Tobago, Paraguay, Bolivia, Panamá, Uruguay, Haití y Nicaragua, con menos de diez menciones cada uno.
De forma general, podemos comparar los términos unificadores y los fragmentadores. En este caso, aunque la cantidad de generalistas usados entre todos los medios es mayor que los fragmentarios que aluden a cada país, la suma de estos últimos es mayor que la de los unificadores. En resumen, hay más nombres de países y gentilicios específicos que generalistas.
Sin embargo, para tener esta impresión un lector debería consultar todos los artículos que revisamos en esta investigación, lo cual no es orgánico. El entendimiento de lo latino como un todo y el consiguiente solapamiento de la diversidad de sus naciones se genera en un entorno más cotidiano.
Cuando una persona lee un único reportaje con más menciones unificadoras que fragmentadoras suele, de forma subconsciente, relacionar más la información con la latinidad que con el país específico nombrado. Por situaciones como estas, para el análisis del discurso, las condiciones en las que sucede el acto de consumo informativo también define la asimilación o rechazo del mensaje.
Ser migrante latina implica cruzar obstáculos institucionales, sociales, políticos y de género. La manera en que los asumen y/o enfrentan depende, en muchos casos, del temperamento social y habilidades aprendidas en sus países de origen. En general, las barreras las afectan según su estatus y, a su vez, las complejidades para regularizarlo dependen de la política internacional que mantenga Estados Unidos con su país de origen.
Son mujeres con disímiles profesiones, habilidades técnicas y tradicionales, con más de 500 lenguas entre indígenas, criollas, de señas y de colonización, y más de 40 acentos regionales. No tienen una fisonomía única, ni un baile, ni una comida, ni una música, ni un color.
Contar quiénes son las mujeres migrantes de Latinoamérica implica que se mencionen las variables correspondientes según las protagonistas y el tema. Además, en el contexto actual, decir con orgullo de dónde vienen es un acto de resistencia y reconocimiento a lo que han construido en el país.
Así, pueden minimizarse los actos de segregación, la sexualización, confrontar los lenguajes de odio y desmontar las narrativa discriminatoria hacia las mujeres migrantes latinas. Representarlas desde su diversidad es una herramienta para quebrar el imaginario homogéneo que se sostiene sobre ellas.