¿De dónde saca la piel el lobo que se viste de oveja? III parte

¿Cómo puedo identificar a tiempo a un Manipulador Altamente Encubierto?

 

Los Manipuladores Altamente Encubiertos se caracterizan por:

  1. Usan lo que llamo, la Retórica de la Pulcritud 1 , a partir del conocimiento que tienen de los valores y normas socialmente aceptadas, incluso el conocimiento de las leyes y procedimientos, para darle la vuelta a la situación y a la percepción y poner todo en contra de las propias víctimas. Saben perfectamente lo que están haciendo, pueden darse cuenta del daño que causan y de que lo que hacen está mal, pero no les importa en lo absoluto. No tienen introspección.
  1. Las personas son “cosas” para ellos, que sirven para satisfacer sus propios intereses, no sólo materiales.
  1. No tienen empatía. Son irresponsables.
  2. No sienten remordimientos, culpa o arrepentimiento por sus actos.
  3. Tienen un fuerte sentido de derecho: Todo se lo merecen. No agradecen, ni valoran nada de lo que se haga por ellos. Nada es suficiente.
  4. Llevan un estilo de vida parasitario.
  5. Expertos en manipulación y erosionar el sentido de realidad. Lo que llamo la Burundanga Lingüística 2 . Gran competencia discursiva, todo lo convierten en una polémica.
  6. Buscan el poder en cualquier esfera en la cual interactúan.
  7. Tienen una retórica autocentrada y autoreferenciada, egocéntricos, aunque puedan disfrazarse de “necesitados de ayuda”, vulnerables y humildes.
  8. Construyen todo tipo de camuflaje elaborado, compuesto de palabras y apariencias,–mentiras y manipulación- para depredar a su presa: son alpinistas sociales. Usan las relaciones y recursos de sus víctimas/huésped para ascender en la escala social.
  9. Soberbios, arrogantes, sabelotodo, muy vengativos ante cualquier estímulo que roce su ego. Todo les ofende, especialmente si no son el centro de interés. No aceptan críticas, sugerencias o recomendaciones. No se creen Dios, son dios. Se sienten continuamente desplazados. Envidia patológica.

El Manipulador Altamente Encubierto es una forma de ser y estar en el mundo. No tiene cura, no hay tratamiento, porque no es una enfermedad, sino una manera de comunicarse con los otros y de interactuar. La culpa (que no siente) no le quita el sueño, ni considera que tiene nada qué cambiar o agradecer. 

Están llenos de odio disimulado, como si la vida les debiera algo. La mala intención oculta es su signo distintivo, el deseo de causar daño, la envidia como sentimiento nuclear, el disfrute, alegría y satisfacción con el dolor ajeno, sufrimiento y humillación del otro (llamado en psicología schadenfreude), son las claves, además de la falta absoluta de remordimiento, arrepentimiento o culpa. 

El manipulador perverso es una persona fría, calculadora, maquiavélica, que planifica con exhaustivo detalle sus maldades, la vida se le va en eso. Estudian a las personas y sus contextos, sus roles, actitudes y valores y los ponen a jugar en su propia contra, para depredar sus recursos materiales, simbólicos, espirituales y sociales. 

Mueven a las personas como fichas en un tablero, con la genialidad de un dramaturgo. Tienen un estilo de vida parasitario. Convierten a los demás de sujetos en objetos a través de los cuales alcanzan sus objetivos personales. Hipócritas, bifrontes y muy interesados, crueles, despiadados e inconmovibles. 

No tienen la capacidad de querer absolutamente a nadie. Solo fingen mientras puedan usar a las personas, incluso sus propios hijos u otros miembros de su familia. No tienen vínculos, sino relaciones de uso.

No trates de arreglarlo, salvarlo, ayudarlo, levantarlo, mejorarlo, componerlo. ¡No puedes! No tiene conciencia, ni responsabilidad, ni empatía, no siente culpa, ni remordimiento, no puede sentir sentimientos elevados como: alegría, amor, ternura, compasión, gratitud, reciprocidad… finge tenerlos, imita lo que ve pero no lo siente. Solo pueden sentir envidia, soberbia, ira  y odio disfrazado de buen samaritano.

No se es Manipulador Altamente Encubierto por horarios, ni unas veces sí y otras no, se es siempre y en cualquier entorno de manera estructural. Son personas que ven a los otros como objetos que pueden usar, aprovechar y luego desechar. Buscan el poder sobre el otro, entendido como control. 

Las altas gerencias de las empresas, el poder económico y político, los poderes fácticos de la sociedad con acceso al discurso público y las élites mundiales que dirigen los destinos de la humanidad y los dormitorios de muchas casas están plagadas de estos seres.

 

III. Manipulación: Poder y control

La dimensión social de la manipulación se examina en términos de abuso de poder por las élites simbólicas que tienen acceso preferencial al discurso  y manipulan personas a favor de sus propios intereses y en contra del interés de las víctimas. 

En la persuasión los interlocutores son libres de creer o actuar como les plazca, según si aceptan o no los argumentos de quien persuade, mientras que en la manipulación a los receptores se les asigna, típicamente, un papel más pasivo (Van Dijk, 2009).

Esta consecuencia negativa del discurso manipulativo ocurre normalmente cuando los receptores no son capaces de comprender las reales intenciones o ver las reales consecuencias de las creencias o acciones defendidas por el manipulador. La manipulación como actividad discursiva está vinculada con la persuasión, similar a la que se produce en la propaganda. 

El objetivo de la propaganda no es hablar de la verdad, sino convencer a la gente. Pretende inclinar la opinión general, no informarla. Debido a esto, la información transmitida es a menudo presentada con una alta carga emocional, apelando comúnmente a la afectividad, en especial a los sentimientos, y apela a argumentos emocionales más que racionales. 

El Manipulador Altamente Encubierto es un propagandista, que te estafa con una oferta engañosa, lo cual queda muy claro, en la etapa de difamación y desestimación moral y social de las víctimas, proceso que comienza a sus espaldas mucho antes de que ellas se percaten de lo que está pasando y allana el camino para que una vez producido el descarte nadie les crea y sus allegados estén convencidos de que está loca, desequilibrada e inestable emocionalmente (estado que el mismo manipulador ha causado).



IV. Mi (des) encuentro con un trepador:

Este trabajo de investigación lo afronté desde mi propia experiencia con un Manipulador Altamente Encubierto. Cuando fui a un médico, empujada a tirones por mi secretaria, ya tenía (sin saberlo) todos los efectos del estrés postraumático complejo. Remitida al psicólogo. Me tocó investigar por mi cuenta. Recoger una a una las piezas de un rompecabezas de palabras y actos que por suerte había anotado durante años en mis cuadernos. 

Unas son de cal y otras son de arena, porque así es como se construye el vínculo traumático, con el reforzamiento intermitente (después me enteré que esta persona hacía pasar todo esto como mis ‘ataques psicóticos’ que nunca he tenido), que dará paso a la amnesia perversa (recordar sólo lo bueno) y a la disonancia cognitiva (entre lo que verdaderamente es y lo que debería ser o lo que yo quería que fuera). Si todo fuese malo, no sería tan efectiva la manipulación. Simplemente, el maltrato encubierto debe ser precisamente eso, encubierto, disimulado. Difícil de detectar y mucho más difícil de demostrar. 

Una de las grandes dificultades de hacer Análisis del Discurso reside en hacerse de un corpus que dé cuenta con evidencia lingüística del fenómeno de estudio, en este caso, esa dificultad se potencia; puesto que ningún manipulador maligno o encubierto se va a confesar como tal, ni va a exponer a la luz las tácticas, técnicas y estrategias que utiliza para tratar de enloquecer a sus víctimas hasta su total destrucción física, espiritual, emocional y social. 

Jamás lo va a reconocer y su peor pesadilla es verse descubierto y expuesto. La única forma de estudiar el fenómeno discursivo es a través de la voz de las propias víctimas y sobrevivientes. De lo que aquí hablo, me pasó a mí. Lo viví, lo sobreviví y hoy me considero un milagro. Este estudio, por lo criterios esbozados, se ubica en un enfoque de tipo crítico, feminista, fenomenológico, autobiográfico y cualitativo.

 

Consideraciones finales

Hay casos en los que el hablante quiere decir algo ligeramente distinto de lo que realmente comunica. Esto es absolutamente normal dentro de la dinámica comunicativa y no se hace con una mala intención en particular. Son escogencias que hacemos los interactuantes en dependencia del contexto y los fines de la conversación. Como usuarios del lenguaje estamos equipados para reconocer estas intenciones y hacer cálculos muy detallados tanto en la producción como en la interpretación del discurso. 

Para lo que no está preparada la mente humana es para decodificar e inferir la intención de enloquecernos, y mucho menos, cuando esa intención alevosa viene de parte de un familiar, una madre o un padre, un amigo cercano, o nuestra propia pareja. La estrategia del gaslighting, por ejemplo, está compuesta por una serie de movimientos discursivos, semióticos y simbólicos cuya intención oculta es confundir, desorientar y hacer dudar al interlocutor de su percepción de la realidad (burundanga lingüística), e incluso de su propia cordura. El enunciado que lo representa es: “eso nunca ocurrió”, o instalar falsos recuerdos: “te acuerdas cuando…” (y eso en realidad nunca pasó).

En definitiva, la comunicación perversa consiste en “darle la vuelta” a todo, a la realidad, a la verdad, repartir culpas y minimizar responsabilidades propias del manipulador, obtener combustible de las reacciones emocionales del interlocutor y aprovecharse de ellas para (ex)ponerlas en su propia contra, y si se nos permite el término, el macroacto discursivo de “pordebajear” a la víctima con el fin utilitario de chuparle la sangre (la vida y, los recursos espirituales, materiales y simbólicos), razón por la cual les llaman también vampiros emocionales. 

El discurso construye realidades y significados interpersonales, inferenciales, situados e intencionales. La comunicación perversa también, pero desenfoca, deconstruye los significados y desvirtúa los hechos, de forma dual, agónica y antagónica, a partir de una retórica autocentrada, del tipo: Yo estoy bien/ tú estás mal, Yo tengo la razón, la verdad, la realidad/ tú estás equivocado (a), yo valgo/ tú no vales, yo soy/ tú no eres.

Se produce un acto comunicativo encubierto cuando no es posible atribuirle una sola intención clara. La violencia discursiva que se ejerce contra la víctima de la comunicación perversa es de tipo instrumental porque su propósito es despojarla, ‘vaciarla’ de sus atributos espirituales, arrancarle el corazón como en el cuento de Blancanieves, sustraerle sus recursos económicos, simbólicos, sociales e intelectuales. 

Lo más difícil para la víctima de un depredador intraespecie, es aceptar que la persona con la que estuvo nunca existió, estuvo con un personaje ad hoc. Creado a la medida de tus expectativas, mimetizado de tus propios valores y atributos emocionales. Escaneado de ti misma, copiado y pegado para sacar beneficios. Se llevó un poco de tu piel, solo para construir el próximo personaje para una próxima víctima/huésped. El acumulado de piel de ovejas (víctimas) cubrirá el verdadero ser que esconde. La persona real es la que se mostró al final.

Así que, si permanentemente en el encuentro comunicativo con una persona específica, sin saber cómo ni por qué, uno se siente confundido, descolocado, enfadado, incómodo, inapropiado, invalidado, insuficiente e infeliz, y ‘misteriosamente’ todo empieza a salirte muy mal a tu alrededor, es hora de encender las alarmas. ¿Y te lo creíste?… No fue tu culpa. Bip, bip. 

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Dra. Yelitza Ramírez Díaz

yeli.ramirez@gmail.com

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