Amor en redes sociales: un medidor irreal

El amor ha sido representado a través de los años desde una óptica mitificada, con expectativas irreales y roles de género desiguales. Las redes sociales, como plataformas de interacción pública masiva, replican y divulgan este ideal romántico causando frustración, especialmente en las mujeres. 

Desmitificar el vínculo en escenarios físicos y digitales no es solo una necesidad personal para construir relaciones saludables, sino también una forma de activismo para sociedades más justas, en igualdad de derechos y opciones

¿Cómo llegamos hasta acá?

Desde los cuentos de hadas hasta las películas románticas, las mujeres han sido educadas en la idea de encontrar su felicidad en los brazos de un “príncipe azul”.

Se les inocula una historia que incluye el encuentro idealizado, la entrega emocional, la dedicación al hogar y los cuidados, todo enmarcado en la satisfacción de expectativas ajenas. Debe, además, limitar sus deseos para cumplir con la lista interminable de requerimientos necesarios para merecer el hombre ideal.

Los hombres también son condicionados por mandatos de masculinidad que les exigen proveer económicamente, reprimir sus emociones y medir su éxito de acuerdo a su capacidad para ofrecer bienes materiales.

La imposibilidad de replicar en la vida real ese “amor perfecto”

Hemos nacido con estos roles, de una innegable génesis patriarcal, como modelo de amor. A partir de él, medimos lo que entendemos como éxito de una relación y, por tanto, intentamos replicarlo. Es una meta tan deseada que, de alcanzarla, la queremos compartir, publicar, promocionar. 

¿Y qué mejor forma de gritarle al mundo una victoria que a través de redes sociales? Las parejas publican momentos felices, regalos, viajes y declaraciones románticas, creando la sensación de que el amor se mide en likes, comentarios y visualizaciones. Esto refuerza la idea de que una relación exitosa es aquella que se ve perfecta ante los ojos de los demás, sin importar lo que ocurra en la privacidad.

El amor digitalizado se ha convertido en un escaparate de validación pública, donde la apariencia de felicidad puede esconder relaciones basadas en control, vigilancia y desigualdad. Es alarmante que ante panoramas similares, muchas parejas perduren por una necesidad casi adictiva de mostrar al mundo su supuesto éxito social.

La imposibilidad de replicar en la vida real ese amor perfecto que vive en los posteos de instagram hace, incluso, que muchas personas experimenten depresión, baja autoestima, aislamiento social. En este contexto, las mujeres siguen siendo las más afectadas, pues sobre ellas recae la mayor presión de encajar en el modelo del “amor romántico perfecto”.

¿Y qué pasa con quienes se salen de estos ideales? 

Las mujeres que desafían el amor patriarcal, señalan la superficialidad de estas uniones y proponen modelos más equitativos son sistemáticamente desacreditadas en redes sociales, etiquetadas como ‘histéricas’ o ‘exageradas’. Una muestra de cómo el feminismo sigue siendo incómodo para quienes defienden estructuras de poder desiguales.

El afán por no romper la norma tradicional también encuentra su espacio digital con influencers que abogando por conceptos como: “la mujer de alto valor”, “el hombre de alto valor”, “la energía femenina”, “la energía masculina”. Los términos se utilizan, básicamente, para defender que las relaciones son funcionales cuando la mujer es delicada y domestica(ble) y el hombre es rudo y proveedor. 

Esta estructura no es más que un calco digital, de la pareja patriarcal vendida por años. Y sí, al parecer, en pleno siglo XXI y con mas de 100 años de lucha feminista, estas estructuras persisten, con una nueva fachada.

 

Los besos con la cámara apagada… 

En la misma medida en que los medios y las redes sociales nos bombardean con ideas preconcebidas sobre el amor, debemos recordar que las relaciones reales se construyen en términos mucho más complejos y personales. 

Para construir vínculos sanos, es fundamental establecer acuerdos equitativos tanto emocionales como económicos. Pretender que una sola persona se encargue de todo, es una posición injusta que debilita el compromiso y la capacidad de gestionar problemas en equipo. En suma, aceptar la manutención puede implicar la pérdida de independencia y, por consiguiente, algún tipo de violencia. 

Por eso es clave entender que una pareja no puede basarse en la dependencia, sino en la elección consciente. Esto implica fomentar el respeto mutuo, la comunicación sincera y el reconocimiento de la autonomía de cada persona. 

Además, es necesario replantear la idea del sexo en las relaciones, alejándolo de la presión y los roles preestablecidos. La idea del coito violento, el placer asociado exclusivamente a la penetración,  la mujer que soporta, el hombre que resiste y el rechazo a la exploración erótica por percepciones machistas, conforman un relato que -promovido en la industria de la pornografia mayormente- limita a ambos miembros de explorar con tranquilidad y confianza su sexualidad. 

El coito placentero y consentido permite la liberación de hormonas que reducen el estrés y la ansiedad, facilitan la neurogénesis y el sueño. O sea, también funciona como un espacio de sanidad para la pareja.

Ser consciente de los parámetros anteriores y buscar soluciones efectivas también depende de nuestras condiciones contextuales, de cuánto hayamos cultivado nuestro amor propio y cuán claros tengamos nuestros límites.

Desmitificamos el romance digital…

Formar una relación en estos términos también tiene belleza. Siempre y cuando se dialogue en un marco de respeto, las conversaciones incómodas, las diferencias, los errores y los perdones, forman parte de un camino que fortalece la confianza y el amor entre pares. 

Es urgente desmontar el ideal patriarcal del amor y reivindicar relaciones donde el respeto, la autonomía y la equidad sean el eje central, por encima de los mandatos de género y las expectativas impuestas. Podemos empezar por no evaluar a las personas que llegan a nuestra vida, ni validar nuestros vínculos en función de modelos ajenos instagrameables. 

¿Quién piensa en tomar una cámara en medio de una discusión seria? ¿Quién atina a grabar la enfermedad del otro en una noche imprevista de malestar? 

Tal vez tu novia o novio no regala flores ni te lleva de vacaciones a París, pero pasa las noches en vilo cuando tienes insomnio o te sientes mal. Quizás se han elegido después de cada discusión y decidieron juntar ahorros para cumplir un sueño común. El verdadero amor habita en esos momentos y no en el scroll de una pantalla.

 

Por: Lixandra Diaz Portuondo, periodista.

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